En gran parte del mundo, la pandemia del coronavirus apenas se encuentra en sus inicios. Y ya a estas alturas parece imponerse un presentimiento general de que muchas cosas ya no volverán a ser como antes. Una de ellas afecta al entramado entre empresas, instituciones políticas y demás actores sociales en sociedades democráticas y de libre mercado.

Hasta hace pocos meses este entramado se desenvolvía básicamente según los preceptos y las funciones características de este tipo de economías. Según una visión generalizada, eso quiere decir que las instituciones políticas se encargan de fijar un marco legal para las actividades económicas y así definir las reglas del juego. A su vez, las empresas en tanto actor económico central, tratarán de hacer valer sus intereses, en el momento en el que se fijen estas reglas. Dependiendo del carácter de cada sociedad democrática, en este entramado, en una sociedad se involucrarán un número mayor o menor de “stakeholders” que en otra (p. ej. sindicatos, asociaciones de consumidores, ONG’s etc.). Asimismo en algunas sociedades lo harán con más vehemencia y militancia que en otras. Salvando las diferencias culturales y nacionales que puedan haber, lo común desde esa visión es la convicción de que el rol más importante y acaso único de una empresa es el de generar riqueza. Y que en todo caso es tarea de las instituciones políticas y demás stakeholders el limitar y poner coto al accionar empresarial – por otro lado depredador por naturaleza, para no pocos.

Sin embargo, desde hace aproximadamente dos décadas constatamos en el mundo empresarial, una tendencia creciente y sistemáticamente organizada de empresas que procuran ir más allá del mínimo regulatorio a la hora de alinear sus actividades a las demandas de sus stakeholders. El Compacto Global de la ONU es uno de los ejemplos más prominentes de ello y le siguieron muchos más. Y también vale recordar que en este contexto, la tradición empresarial europea, a diferencia de la anglosajona, siempre tuvo una mirada más amplia en términos de su responsabilidad para con su entorno, lo cual sin duda facilitó el devenir de la economía social de mercado como modelo de régimen económico imperante en el viejo continente. Ahora bien, no nos engañemos: eso no quita que muchas empresas sigan entendiendo conceptos como la Responsabilidad Social Empresaria ó Ciudadanía corporativa como fundamentalmente relacionadas a la proyección exterior (Márketing, Relaciones públicas etc.) y no tanto como parte integral de su modelo de negocios. Ésto último es de lo que hablaban Porter y Kramer en “Creating shared value” en 2006 Y en lo que posiblemente se inspiraron 181 CEO`s de empresas como Apple, JP Morgan y muchas otras en un publicitado anuncio en agosto del 2019, usando el término módico del “#purpose” (propósito) de una empresa.

¿…y todo esto, qué tiene que ver con el coronavirus?  

Tiene que ver, con que está situación de crisis existencial hace que las empresas tengan que responder en serio y sin ambiguedades a las demandas, más que nunca apremiantes de sus stakeholders: ¿Protegerán a sus empleados? ¿Y de qué manera lo harán? ¿serán flexibles y tolerantes a la hora de exigirles rendimiento y de acuerdo a las condiciones imperantes? ¿Cómo y de qué manera piensan en asistir a sus clientes? ¿Y a sus proveedores? ¿de qué forma piensan hacer una diferencia en un momento en el que más que nunca, la sociedad les demanda una actitud solidaria? Ya hemos podido presenciar ejemplos inspiradores y gratificantes: como la de empresas que han “prestado” a sus empleados a otras del sector alimenticio, momentáneamente abrumadas por un pico de demanda repentino. U otras, que sin esperar cálculos de rentabilidad y por propia inciativa han cambiado su producción de maquinarias, automóviles o camisas a la de barbijos y máscaras protectoras.

¿….que muchas de éstas empresas lo hayan hecho por motivos publicitarios y de imagen?

Es probable. Lo que es poco probable empero, es que las sociedades se olviden de cómo han actuado las empresas durante esta pandemia – para bien o para mal. En este sentido, esta crisis actúa como prueba de fuego. Ello podría dar paso a que el inicialmente mencionado entramado entre empresas, instituciones políticas y demás actores sociales en sociedades democráticas y de libre mercado efectivamente se trastoque. En el sentido, de que por un lado, las mismas empresas recalibren la necesidad de relacionarse con su entorno (en el más amplio sentido de la palabra) para conjuntamente crear valor con sus stakeholders. Y por otro lado, de que éstos últimos reconsideren el significado fundamental de una empresa para el bien de una sociedad libre y democrática.

Para ambos casos es indispensable ser capaz de ver al otro con otros ojos y darle el crédito, de que esta crisis, por mortífera que sea, también nos puede hacer más sabios a todos.

Hablemos, pues.

Enlace al artículo y video publicados en el portal e-lecciones.net